lunes, 22 de noviembre de 2021

CAMINO A LA CORDURA

 CAMINO A LA CORDURA

OLVIDOS

 Intento recordar los sueños acontecidos en la noche, no soy capaz de devolverles a la vida. 

Me encantaría retomarlos ya que, recuerdo que eran preciosos, llenos de vida, pero no recuerdo ni el argumento ni los actores, supongo que el protagonista era yo pero no lo puedo asegurar. 

Que bonito sería recordar aquello que, sin saber realmente que es y, sin saber como, anoche me hizo feliz.

Quizá lo bonito, después de todo, es quedarte con la sensación de bienestar, quizá si conociese el contenido del sueño, no tendría el mismo efecto. 

Dejémoslo así, sin más. Me quedo con el bienestar.




EL ERMITAÑO


Era capaz de pasarse horas y horas enfrascado en la lectura, sus ojos, ya de un claro grisáceo y ayudados por unas gruesas lentes apoyadas en su enorme y gruesa nariz, devoraban renglones y renglones de letras amontonadas en su cerebro, ese era su mayor y único pasatiempo. 

Apenas salía de su humilde casa. 

Una casa casi en ruinas por la que el viento silbaba por las ranuras de las ventanas y la leña de la hoguera crujía en el ávido fuego anaranjado. Hundido en su sillón de cien décadas, pasa las tardes enteras a la luz de una bombilla desnuda que apenas le queda vida, que afloja su intensidad en cada sacudida de aire. Sus arrugados dedos pasan las páginas con la habilidad de un trilero ejercitando su engaño. 

Vivía a las afueras del pueblo, los lugareños lo conocen como “El loco ermitaño” lo abreviaron con “el loco” ya que solo pasaba por el pueblo para recoger algún paquete del puesto de correos que le enviaban con regularidad y pequeñas compras que realizaba en la botica y en el ultramarinos. 

De todos era conocido su silencio, era un hombre de pocas palabras, su antipatía era conocida en toda la comarca, tan solo un hola y adiós hacían abrir sus labios. 

Siempre lo acompañaba un perro, era su única compañía. Un podenco de patas largas y avispada mirada, sus grandes y erectas orejas estaban siempre atentas a cualquier amenaza, no parecía temer a nadie ni a nada a pesar de su pequeño tamaño. 

De vuelta a casa, pasando por las largas laderas, era capaz de atrapar  algún conejo con gran pericia y destreza, conejo que compartiría con “El loco” para la cena. Eran uña y carne.

  

Al llegar a casa, “Lupo” se enrosca en su camastro colocado junto a la chimenea y hace que duerme dejando una oreja en pie, siempre alerta de su dueño “El loco” le preocupa su vejez, son ya mucho inviernos encima y su salud es sumamente delicada, no tantos pero también son muchas las nevadas desde que le dejó su amada esposa. Más de una década en soledad, sin más compañía que Lupo y su libro.


Hay instantes del día en el que se siente más solo, es sobre todo cuando la recuerda, a ella, a su amada. Sueña con ella despierto, recuerda su olor a jabón, sus propuestas deshonestas las frías noches de invierno, entra en el calor de su recuerdo y despierta despierto cuando se le entumecen los pies perjudicados por el reuma de la humedad del valle. No hay día que pase sin recordar a su amada Linda.  En sus últimos días, postrada en la cama por una gripe mal curada, pasaba las horas junto a ella leyendo en voz alta pero suave, un libro hasta que caía dormida, el susurro de sus palabra la envolvían en una paz interior que la hacía revivir su juventud quedando exhausta de tanto bailar al son de un vals interminable, bailaba y bailaba hasta quedar dormida.

Cada noche leía el mismo libro a su amada Linda, cada noche quedaba dormida en el mismo párrafo de poesía; 

“Quítate delicadamente tu ropa,

  pétalo a pétalo, sin temor alguno al frío del amor,

aquí en centro mismo de este siglo,

y ofréceme tu pecho. Yo llamaré con los nudillos

tan suavemente, primero

como llaman los copos de la nieve

en esas puertas de agua que hay en la tierra,

lagos, ríos, lágrimas”

Ya dormida su amada Linda, devuelve el libro a la librería desnuda del salón y lo acomoda entre dos candelabros de reluciente plata, allí dormirá hasta la noche siguiente que de nuevo hará las veces de Lorazepam para la amada Linda.  


Su biblioteca ha crecido desde que Linda lo dejó, decidió anclarla a la pared cuando el número de ejemplares superó el centenar, apenas queda espacio para los, ahora oxidados, candelabros de plata que aún conserva. 

Todos los libros exhiben el idéntico formato, mismo color, mismo tamaño, mismo grosor. Ninguno de ellos osa sobresalir de los demás, todos formados como regimiento militar de los más estrictos, todos vestidos con el mismo uniforme y esperando la revisión de su superior.

“El Loco” se encuentra indeciso a la hora de elegir el libro de hoy. Rebusca con las cejas arqueadas ayudado por su dedo índice escoge un libro. 

“Este servirá viejo Lupo”  Se acomoda en el sillón de cien décadas y comienza su lectura diaria.    “Largo Lamento” Pedro Salinas.

 Día tras día, lee el mismo libro, toda su librería está repleta de este libro, escoja cual escoja, solo saldrá ese libro, el libro que hacía dormir a su amada Linda.


amc

   


  


viernes, 12 de noviembre de 2021

NOVIEMBRE III CAMINO A LA CORDURA

CAMINO A LA CORDURA

ESTOICISMO

No son las cosas las que nos perturban, sino nuestra opinión sobre ellas.
Epicteto

DISTANCIAMIENTO COGNITIVO

Los estoicos sabían que al cambiar la forma en la que vemos los eventos externos cambiamos su impacto sobre nosotros. Recomendaban por ejemplo separar nuestros pensamientos de los elementos externos, evitando fusionarnos con ellos. Al mantener esta distancia cognitiva podemos evaluar todo con más objetividad y serenidad.

El primer paso es entender que no somos nuestros pensamientos, y que podemos distanciarnos de ellos. Podemos examinarlos de manera racional en vez de dejarnos arrastrar por su impacto emocional. Dar un paso atrás nos permite ver con más claridad y preguntarnos si hay otra forma de interpretar nuestra realidad.

En las terapias modernas se denomina a esta técnica distanciamiento cognitivo, y aunque es aplicable en multitud de ámbitos, los estoicos la utilizaban principalmente para mitigar los golpes del destino y para evitar ceder ante las tentaciones diarias. Existen a su vez distintas estrategias para lograr este distanciamiento, pero me centraré ahora solo en dos: expandir el tiempo y mirar a través de los ojos de otro.

En ambos casos buscamos el mismo resultado: separarnos de nuestros pensamientos y observarlos con detenimiento, pasando de reaccionar impulsivamente a responder racionalmente.


La vista desde arriba

 "Contempla desde arriba innumerables rebaños, infinidad de ritos y todo tipo de travesía marítima en medio de tempestades y bonanza, diversidad de seres que nacen, conviven y se van. Reflexiona también sobre la vida por otros vivida tiempo ha, sobre la que vivirán con posterioridad a ti y sobre la que actualmente viven en los pueblos extranjeros; y cuántos hombres ni siquiera conocen tu nombre y cuántos lo olvidarán rapidísimamente y cuántos, que tal vez ahora te elogian, muy pronto te vituperarán; y cómo ni el recuerdo ni la fama, ni, en suma, ninguna otra cosa merece ser mencionada."

Marco Aurelio. Emperador Romano

martes, 9 de noviembre de 2021

CAMINO A LA CORDURA

 CAMINO A LA CORDURA

La playa en noviembre, oleaje surfero sin surfistas, arena vacía de bañistas y repleta de almas disfrutando de la soledad que ofrece la temporada baja de turismo. 

Es increíble la paz que transmiten, no hay nada que interrumpa su diálogo, diálogo reposado y lleno de mensajes constructivos. Aquí nadie deja de ser nadie y pasa a ser todos.

Charlas inacabables sobre la vida, aquella que un día perdieron, aquella que un día vivieron. Hablan de lo equivocados que estaban y lo arrepentidos de no haber sabido disfrutar de cada minuto, cada instante, cada dolor, añoran el dolor, añoran el tiempo, ahora se permiten perderlo ya que su tiempo es infinito, tienen tiempo de pensar, recapacitar, valorar y tomar la decisión correcta en caso de tomarla. 

  • ¿Qué haces por aquí amigo? ¿Te has perdido?  me preguntó Carlos, un alma arrepentida de su pasado que intenta encontrar la forma de volver a la vida.

  • No, no me he perdido, vengo por aquí cada año para desconectar de la vida y de esa manera poder enfrentarme a ella un año más.

  • ¿Cómo lo haces? dijo Carlos, ¿Cómo puedes regresar a la vida? Quiero volver, dejé cosas importantes por terminar, deje a una familia sin amar, unos hijos que no atendí, una viuda desconsolada que no supe valorar, una madre que me dio todo y no supe cuidar.

  • Eres novato Carlos. Le dije. Debes aprender de tus compañeras a entender cual es tu propósito ahora, debes aprender cuál es tu objetivo en este, tu nuevo mundo, presta atención a sus enseñanzas y entenderás que ahora eres más valioso aquí que en vida. 

  • No te creo, mortal, no creo que aquí pueda recuperar todo lo que no hice en vida, dejé mucho por hacer.

  • No Carlos, solo deseas volver a la vida para satisfacer tus egos, no piensas en los demás, solo piensas en satisfacer tus deseos, siempre a sido así, nunca miraste por los demás cuando pudiste hacerlo, ¿Qué te hace pensar que ahora iba a ser diferente? piensa en porqué estás aquí y lo que puedes hacer ahora aquí.

No le estaba dando una lección a Carlos, ese Alma novata, me la estaba dando a mi mismo, cada año recuerdo la lección para tenerla muy presente. Algo que aprendo en las playas de noviembre es a tener humildad y recordarme que en todos los aspectos de la vida y la muerte, siempre hay un principio y un fin y que los novatos existen en todos los campos, incluso en el campo santo.





OBSESIÓN
 Durante muchos años estuve ausente en mi entorno, 
en mi familia, ausente en mi mismo.
Tenía a alguien que me ocupaba todo mi tiempo, 
cada segundo de mi vida se lo dedicaba a ella. 
La tuve durante muchos años oculta, mi gran amor, 
ella era la única que me hacia feliz, 
la que me hacia olvidar los problemas cotidianos, 
siempre a mi lado, pasase lo que pasase, siempre a mi lado. 
Allá donde fuera siempre la llevaba conmigo, inseparables, 
no sabía vivir sin ella. 
Viajaba conmigo de vacaciones, oculta, desapercibida, invisible, 
nadie podía sospechar de su presencia, 
solo yo sabía que me acompañaba en todo momento.
Fue bonito mientras duró, que fue mucho. 
Pero no todos los cuentos tienen un final feliz.
Me di cuenta de que ella no sentía lo mismo por mí, 
me di cuenta de que la felicidad se desvanecía cuando ella desparecía 
y me hacia daño, mucho daño su ausencia, me di cuenta, con el tiempo, 
que también me hacia daño su presencia, 
aún así, pese al daño que me provocaba, no podía separarme de ella. 
Me costó mucho dolor separarme de mi gran amor, 
la tuve en mi cabeza durante mucho tiempo, demasiado tiempo. 
Fue un romance enfermizo que de no haberle puesto freno, 
se habría llevado mi vida. 
amc  

jueves, 4 de noviembre de 2021

CAMINO A LA CORDURA

CAMINO A LA CORDURA

Se termina el verano como el que espera llegar la depresión mas profunda. 
Acaba el verano y llega un otoño lleno de dudas y miedos. 
Llevamos dos años intensos, dos años plagados de muerte y vergüenza, si, vergüenza.
De la noche a la mañana nos vimos involucrados en algo, que algunos veían venir y callaron y otros que sin más, confiaron y se lo comieron.
Un desastre mundial en el que solo la ciencia puede frenar, mientras tanto, unos por allí y otros por acá, cada cual con sus pensamientos y paranoias, se enfrentan defendiendo su postura. 
No es de extrañar, que con tanto laberinto de opiniones, los únicos que se salvan son aquellos a los que la tecnología olvidó y quedaron aislados de este mundo irracional marcado por inteligencia artificial que cada día nos hace mas tontos y escasos de recursos resolutivos, una vida cómoda en la que la solución a cualquier problema la llevamos en nuestro teléfono móvil de primera generación. 
Un mundo que se hecha a perder por un simple apagón tecnológico, es un mundo sin creatividad, sin iniciativa, un mundo perezoso que no sabe hacer nada por si mismo. 



UN PEDACITO DE MI

  Nunca me faltó nada, nunca tuve miedo a nada, en casa nunca faltó dinero para comer, vestir y algún capricho extra que se nos antojase a alguno de mis hermanos y a mi.  El pequeño de cuatro hermanos, tres varones y una “nena”. La mayoría de las ocasiones tenía que conformarme con heredar la ropa que ya desgastada, pasaba de uno al otro dejando a su paso agujeros y descosidos.

 No aprendí nada en el colegio, de hecho no lo pisaba.  Mi vida fue siempre la calle, desde muy pequeño mis padres ya no tenían el control sobre mi. No les culpo, en realidad así la felicidad fue continua durante mucho tiempo.

 Ahora me parece irreal, no recuerdo el cambio del niño hiperactivo al problemático adolescente, quizá porque siempre fui niño, quizá porque nunca lo fui.  La realidad es que siempre creí tener el control de mi vida y de mis actos, pero solo cuando realmente maduras y echas la mirada atrás, te das cuenta de que mi vida estaba llena de incógnitas, dudas, miedos, fracasos y sobre todo caos.  Aun así, siempre lo diré, no me arrepiento de nada de mi pasado, ahora valoro más mi presente y las cosas que me rodean.  

Ya no recuerdo cuándo fue mi primer consumo de alcohol, de hecho nunca me he acordado, no le di importancia, es algo a lo que no pones fecha, se que fue a muy corta edad, si recuerdo el sabor amargo de la cerveza, no fue con amigos, fue a escondidas, a escondidas empecé y a escondidas terminé.

Sin problemas que resolver, sin amores rotos de por medio, no había excusas, era mera diversión. Diversión que se convirtió en hábito, un mal hábito que me llevó al alcoholismo.

Con dieciséis años ya era consciente de que bebía en exceso, no solo era excesivo sino también muy continuo,  en plena nueva ola, la famosa “movida Madrileña”, años ochenta en Madrid, me cogió de lleno, experimentar con nuevas sustancias, la heroína se hacía la dueña de la calle sembrando dolor y muerte.

En mi caso fue el alcohol, él se adueñó de mi vida y controló todo mi entorno, vació mis bolsillos, atrajo a mi la tristeza, la desesperación, miseria y dolor. Pero el problema es más grave de lo que la gente se imagina, el mayor problema es la negación de uno mismo a reconocer que se tiene un problema. El pensar que podía dejarlo cuando quisiera, tener un consumo moderado, controlado y hacer una vida ordenada. Al principio, no le das la importancia que realmente tiene, no ves la preocupación de tu entorno y piensas que actúan de forma exagerada y agrandan o ven problemas donde no los hay. Pero esa parte llegará más adelante, en un principio todo se achaca a la edad. Vivimos en una sociedad, en la que el consumo del alcohol (incluso los porros), está totalmente integrado a nuestra cultura. Lo raro es ver a un joven que no consuma alcohol cuando sale con los amigos de fiesta, regar las comidas con buenos vinos, blanco si es pescado, rojo para las carnes, chupitos y copas para después del postre, ayuda a la digestión. 

Ya, el que se embriaga demasiado a menudo, ése, es un vicioso borracho, ése ya no está tan bien visto por la sociedad. También como viciosos son tratados los cocainómanos, heroinómanos, porreros… 

Solo los que hemos pasado por ello, llegamos a entender la problemática de la adicción y los desastres que provoca. 

Solo los que hemos pasado por ello, sabemos que es una enfermedad que no tiene ideologías, razas, estatus sociedad, ni bajo ni alto, esta enfermedad no  mira sexos, gordos, flacos, feos o guapos.

Se dice que la adicción ataca a la pobreza, a los sin techo. El adinerado siempre tendrá mejor aspecto y no le faltarán recursos para conseguir el tóxico, aún así, muchos de los sin techo que vemos consumiendo tóxico en la calle, un día tuvieron su negocio, su familia, su casa y amigos. La droga se lleva todo lo que posees, no te deja nada, solo tristeza, abandono y si no se para a tiempo, la muerte, y si no, dale tiempo.

En mi adolescencia me convertí en el cabecilla de la banda más problemática de la zona, con tan solo catorce años me gané el respeto de toda mi gente y bandas bastante mayores que nosotros. No temía a nadie ni a nada, al estar siempre colocado, me sentía el “Puto Amo”. Conocí a mucha gente, yonquis que estaban en las últimas, pastilleros que nunca descansaban, borrachos que dormían en el parque.

Con estos últimos era con los que más tiempo pasaba, eran mayores que yo y me contaban sus batallas( la mayoría fruto de su imaginación), pasaba tiempo con ellos y ellos me lo agradecían, les hacía compañía y les escuchaba, a cambio compartían conmigo el Brik de tinto peleón.  Así fue durante un tiempo, demasiado tiempo.

Cuando me regalaron el graduado escolar empecé a trabajar en la empresa de mi padre, junto con mis hermanos. Empecé a moverme y codearme con gente mucho mayor que yo, en poco tiempo y muy corta edad, empecé a hacer y deshacer a mi antojo.

Manejaba dinero y el consumo me salía prácticamente gratis, siempre me invitaban.

Lo peor de todo es que siempre quería más, mucho más. 

Fue todo tan silencioso que apenas me di cuenta de donde me estaba metiendo. En un principio, el consumo de alcohol se posponía al fin de semana con alguna que otra cerveza entre diario, pronto, muy pronto y por la rutina de mi trabajo el consumo se convirtió en un hábito diario ya que visitaba bares, cafeterías y restaurantes a diario y “era inevitable” rechazar una cerveza al medio día o una Castellana en la mañana. 

Poco a poco o mucho a mucho, me fui habituando a consumos desorbitados, sin importarme lo más mínimo las consecuencias. 

Los fines de semana se volvieron monótonos, cuando mis colegas no seguían mi ritmo, buscaba otros compañeros de viaje, entraba en los garitos prohibidos para mi edad y me recibían con entusiasmo y verdadera euforia. Me sentía más cómodo en esos sitios que con mis verdaderos colegas, al fin y al cabo, mis colegas eran unos muermos, no sabían divertirse. Que recuerdos aquellos de garitos oscuros, chupas de cuero negro y pelo largo, billares y rock del bueno. Los minis de cerveza paseaban por doquier ante mis ojos, era el puto paraíso. vatios y más vatios de rock que se mezclaban entre la penumbra del tabaco y el olor intenso del cannabis. De vuelta a casa, las calles parecían hablarme en un silencio atronador donde mis pies ya conocían el camino a la última parada, el parque de la estación, refugio de aquellos que la suerte les abandonó y ahora ahogan sus penas a golpes de embriaguez.  

Les escuchaba y admiraba, aún no entiendo muy bien porqué les admiraba pero así era, lo peor es que aún siento admiración por ellos y no debería.

Quizá porque formaron parte de mi vida, parte de mi adolescencia, me contaban historias de las que solo creía la mitad y la otra mitad la ponía en duda pero, por algún motivo, volvía cada noche a formar parte de sus mentiras y compartir algo de alcohol que les hiciera entrar en calor.

De algún modo envejecí con ellos y pasé capítulo en mi anticipada jubilación de rockero indomable y por algún motivo mi vida cambió.

Era consciente de que no sería un rebelde de por vida y la ocasión para intentar cambiar me vino sin esperarlo, la chica con la que salía desde los quince años quedó embarazada. Me agarré a ello como mi salida a una vida nueva, sentar la cabeza, organizar mi vida y crear una familia. Atrás quedaron las peleas de bandas, las visitas al parque, los garitos humeantes con olor a rancio, las muñequeras de pinchos, estiletes y puños americanos. Todo cambio menos una cosa. Quizá quedó lo peor, mi alcoholismo.

Un medio cambio, un cambio a medias, no se cambia de la noche a la mañana.

Estoy totalmente seguro, de que aquella joven con la que me casé, fue al altar con el pensamiento de que un cura cambiaría a su amado, que el rito del matrimonio y la bendición del todopoderoso, harían el trabajo de mil psiquiatras. Aquello funcionó a medias, un medio cambio.

Cambié de amigos, en realidad, me quedé sin amigos, ¡está bien! ¡Nunca tuve amigos! ¡Joder! A eso si me ayudó el sentar (a medias) la cabeza, me di cuenta de que vivía una mentira, que nada era lo que parece ser, que todo estaba en mi mundo, que nadie preguntaba por mi, que en realidad no era nadie, solo era el matón cabecilla de una banda de barrio que cuando desaparece, se sustituye y pasa al olvido sin pena ni gloria.

Todo cambio entonces, casi todo, se acabaron los garitos, en realidad eso no fue nada traumático, lo sustituí por bares, los supuestos amigos lo sustituí por los borrachines de barra que calentaban banqueta desde primera hora de la mañana. Café con porra a la 7:30 a.m. y copa de castellana con hielo, tal vez dos. El café y la porra era solo un disfraz, podía pasar sin ello perfectamente pero era necesario ocultar que simplemente necesitaba la copa.

Llega un momento en que sobra el café y la Castellana se transforma en wiski barato, no buscas calidad, buscas efecto y el efecto te lo da igual el barato que el caro, ¿para que gastar mas de lo necesario? Por el precio de uno caro tengo para dos baratos, a eso se le llama economía.

Pasaron años así, pasito a pasito, el bicho de la adicción fue comiendo mi cuerpo por dentro y por fuera. En un primer momento, dolía mas por fuera, mi aspecto físico cambiaba sin darme cuenta, allí estaba mi familia para recordármelo. Te tienes que duchar, decía mi mujer, tienes que comer más, apenas comes, decía mi madre, aféitate y péinate, así no puedes visitar a los clientes, me decía mi padre. 

Yo en cambio, no veía mi deterioro, o no lo quería ver. Antes ce cumplir los cinco años de matrimonio, nació mi segundo hijo, un hijo buscado, buscado buscando otro cambio, la típica excusa de "A ver si así sienta la cabeza" me di cuenta que por mas hijos que tuviese nada cambiaría, me dí cuanta yo y se dio cuenta mi mujer.

Sabía perfectamente que tenía un problema, un problema más serio de lo que pudiese imaginar la familia, pero nunca dije nada, siempre pensé que podría solucionarlo yo solo, todos los días me prometía lo mismo y todos lo días rompía mi promesa, pero siempre pensé que podría solucionarlo yo solo, era solo cuestión de fuerza de voluntad.

amc