Respirando
Aparecieron olvidadas en un cajón sin fondo, aquellas cartas que te escribí. Siempre encabezadas con la misma frase; “Querido y estimado Fede” Aparecieron como aparecen las cosas que no pretendes encontrar, cuando crees haber olvidado. El tiempo cura, pero a su paso va dejando cicatrices que perduran para siempre, recuerdos que nunca has de olvidar.
Volví a guardar aquellas cartas, en el mismo cajón, en el cajón del olvido, aquel que tantos y tantos recuerdos guarda, aquel cajón que intenté poner llave pero no encontré de su medida, todos eran pequeños y frágiles como el papel. Desistí y dejé que salieran y entraran los recuerdos a su antojo, de esa manera me acostumbre a recordar, a recordar sin dolor, a festejar cada recuerdo, a valorar cada episodio en el que morí.
Puedo presumir de vivir, de sentir, de amar, de respirar este aire puro que cada mañana inhalo. Presumir de poder alcanzar las estrellas cada noche y conversar con la luna que me cuenta que está harta de trasnochar, blanca de no ver el sol, sola por velar a los que duermen. “Te entiendo luna, ya pasé por ello también” La digo en mi intento de consolar “Se lo que se siente al estar solo, pero no debes sentirte sola, miles de enamorados se besan bajo tu luz” Mis intentos de aliento, a veces funcionan y la luna presume y se deja ver entera y blanca pura, poderosa, única.
Recuerdos, recuerdos que solo yo, tengo acceso a ellos y solo yo, tengo el poder de compartir, recuerdos secretos que me llevaré conmigo y jamás serán revelados, solo yo los lloraré.
amc
Aparecieron olvidadas en un cajón sin fondo, aquellas cartas que te escribí y nunca envié. Algunas incompletas de amor, a falta de alguna mentira basada en la incongruencia del falso escritor que alardea de grandes batallas atrincherado en su máquina de escribir. Nadie sabrá lo que mi mente plasmó en esas cartas, cartas carcomidas por el tiempo y la pobreza, cartas tristes por el olvido de la oscuridad de un profundo pozo sin fondo.
Alguna vez soñé con enviarlas, enviarlas a alguna dirección escogida al azar y sin remite, en esos sueños pensé que alguien las recibía, alguien lejano, algún alma solitaria que sin tener a nadie, alguien le escribía. Y no solo le escribía, le escribía frases de esperanza, amor y locura, justo lo que necesitaba en su anciana vida.
Conectar corazones a través de hilos invisibles que recorren miles y miles de kilómetros para así, sentirse unidos, ambos dos el mismo, ambos dos únicos, ambos dos endiabladamente podridos de amor, defraudando en cada latido por las dos caras de la vida, el yin y el yang, la cara y la cruz.
Son solo sueños que rara vez se hacen realidad, la realidad es más complicada que todo eso. El viejo ermitaño nunca recibirá cartas de un extraño, es más, nunca recibirá cartas, morirá solo y desahuciado, sin conexión con otros mundos donde compartir su pobreza emocional.
Dejaré las cartas sobre la mesa y abriré las ventanas de par en par esperando que un vendaval se las lleve a saber dónde, que el viento elija el destino de cada una de ellas y de forma anónima repartir una vida en sueños.
Pero como de costumbre, lo dejaré a medias, como aquellas tantas cosas que surgían interés desde niño y nunca realicé, bien por pereza, bien por desidia, las dejé escapar de mis manos. Seguramente pensaba que no valía para ello aún sin haberlo intentado. Aquella pasión por el mar, por conocer las profundidades marinas, o aquel proyecto que llegó a lo más profundo de mis huesos y por falta de valentía no se llegó a ejecutar, todos ellos sueños perdidos, perdidos en el tiempo que regresan a mi cabeza tarde, muy tarde. Solo retengo esas malditas cartas que terminarán en el mismo sitio donde las encontré.
Como siempre, como siempre, ¡COMO SIEMPRE! Me dejo llevar por la masa y me acomodo para pasar desapercibido, ser uno más en el mundo, ¿Para qué intentarlo? Soy un perdedor, siempre lo he sido, todo lo que empecé lo dejé a medias.
Todo menos la droga, esa maldita droga que terminó con mi vida. Hizo bien su trabajo la hija de puta, vaya si lo hizo. Ahora me cuesta aceptar que por fín no estoy dejando un trabajo a medias, acabar con la maldita droga es un trabajo de por vida y pienso todos los jodidos días en terminarlo, esto no, esto no lo dejaré a medias.
Debo tener siempre muy presente que soy, quién soy, de donde vengo y hacia dónde voy y reescribir nuevas cartas, cartas que sí mandaré, cartas de amor, esperanza y locura, una nueva locura, la locura de la vida, de vivir alocadamente sin pensar en el fracaso, sin pensar en lo que pueda perder o ganar, hacer las cosas por pura pasión, por puro disfrute, por pura ansia de crecer y vencer el miedo a la pobreza mental.
Un desguace mental en el que los unos y los otros no son nadie, ¡yo lo soy todo!, ¡el que decide mi vida!, ¡el que decide si volver a drogarse o no!, ¡si bebe o no bebe!, ¡soy dueño de mi cuerpo!, ¡de mi cabeza!, ¡de mi espíritu! Nadie puede evitar que tome las decisiones que quiera tomar. Dá igual lo que pase, da lo mismo si es negro o blanco, si la música de aquel mendigo que cada noche toca en mi ventana me hace dormir mejor, da lo mismo... Todo lo que pase a mi alrededor es ajeno a mis sentimientos, nada puede alterar mi entera disposición a terminar mi cometido.
Los ancianos del pueblo hablan, cuchichean de mí.
Las ancianas, sentadas a la puerta de la iglesia, rezan por mí.
“Allá va, pobre desgraciado” ¡Qué sabrán ellos!, ¡qué sabrán ellas!, ¡Que sabrán aquellos que juzgan sin conocer!.
Los bailes de mis duendes se desvanecen entre la mala música, música atronadora que no dice nada, sin mensaje, sin sentimiento.
Acojona enfrentarse a la música que te abraza y te rodea por los cuatro costados y no te deja respirar, los duendes reaparecen con su danza maldita, danza del diablo que te lleva a lo más profundo del océano. Suelto el último aliento, dejo de patalear, me rindo a la muerte que me acaricia con su piel de terciopelo camelando mis agonizantes sentimientos que, poco a poco desvanecen. “¡¿Qué mierda es esta?! ¡¿Otra vez?! ¡Respira! ¡¿no lo hueles?! ¡ES LOCURA! , lo que flota en el aire es locura, respira, respira ondo y aguanta en el pecho la locura, retenla ahí todo lo que puedas, es maravilloso, inunda tu cuerpo de locura y serás libre para siempre”
La conexión se entrecorta, seguiré buscando, seguiré buscando alocadamente el camino a la cordura.
amc
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