Camino a la Cordura
Con la vida a cuestas
Un fino hilo de sangre le brota por la nariz, a media luz, tantea la mesilla de noche en busca de un clínex, la mano torpe tropieza con la cajetilla de tabaco y la hace caer al suelo. -¡¡Joder!!- se la escucha en el silencio de la madrugada. Opta por limpiar su nariz con la sábana, recoge un pitillo del suelo, lo acomoda en sus labios de carmín y busca a tientas el mechero.
Mientras fuma, intenta recordar el sueño que la desveló esta noche, hoy, al igual que ayer, tampoco lo recordará.
¿Me estaré volviendo loca?
La camiseta empapada en sudor, deja a la vista una delgadez extrema, su piel suave, se tensa en cada movimiento, sus dedos largos abrazan el pitillo en cada calada de veneno, dedos marcados por huesudas falanges. Aplasta el cigarrillo en el sucio cenicero y lo deja a medio apagar, se pone en pie, su cuerpo le pide líquido, el sudor de la noche la deja deshidratada.
Ya en la cocina, se sirve un vaso de leche y lo bebe con dificultad, en realidad no lo quería pero lo necesitaba. Sus largas y delgadas piernas la llevan al aseo, sus bragas caen por la ley de gravedad, se sienta en el retrete y orina. Se observa los pies mientras lo hace.
Ya toca retocar las uñas, de hoy no pasa. Susurra
¿Ahora te preocupan las uñas? replicó el espejo
Apenas dedicó una mirada de reojo al tocador, sabía de quién provenía la voz.
Mierda, ya empezamos ¿Por qué no te metes en tus asuntos y me dejas en paz? No tengo humor para discutir contigo.
Sabía que si empezaba terminaría perdiendo, el espejo era más fuerte que ella y si no lo paraba a tiempo terminaría humillada y derrotada ante él.
Aquél espejo grande y poderoso adherido a la pared junto al tocador, no para de observar, es controlador, extremadamente perfeccionista, conoce perfectamente cada lunar de su cuerpo, cada poro de su piel, la critica cada corte de pelo, cada maquillaje, cada gramo de más, nunca de menos.
Si no te importa, me daré una ducha y no quiero que me molesten, me gustaría tener intimidad, no quiero mirones ¿De acuerdo?
Un pausado silencio se hizo en el baño, no escuchó réplica alguna, esto la calmó, abrió el agua caliente de la ducha y apenas dedicó cinco minutos en enjabonar su cuerpo, las gotas de agua traspasan su delgadez pareciendo no mojar, se enrosca una toalla y se siente fresca y limpia.
Procura pasar el menor tiempo posible en el baño, el baño con tocador.
Cuando alquiló el apartamento, le pareció algo genial, casi fue lo que la hizo decidirse a quedarse con él, una habitación, un pequeño salón con cocina americana, la pequeña pero fantástica terraza con vistas al casco viejo, un aseo y, el baño con tocador incluido, ¡Genial! Algo inusual para ella pero fue lo que la conquistó ya que para su trabajo es primordial estar siempre a punto, ser azafata es lo que tiene, lo más importante es la apariencia y cuidar con mimo su cutis es primordial, por decirlo de alguna manera, el baño con tocador, sería una herramienta más de trabajo.
Sin más atuendo que la pequeña toalla adherida al cuerpo, se prepara un café y pela, corta y trocea con maestría un par de piezas de fruta, necesita fuerzas para afrontar el largo día.
Al contrario que la ducha, dedica gran tiempo al desayuno, juega con los trozos de manzana, los mueve de un lado a otro del plato, mastica cada pedazo con suavidad, lo tritura lentamente en su boca, le dedica el tiempo de un ritual, lo acaricia con la lengua notando su textura y finalmente lo traga, el desayuno se hace interminable. Termina el aguado y frío ya café y se dispone al sacrificio de escoger la ropa de hoy.
La habitación dispone de un gran armario, podría pasar horas frente a él y no decantarse por nada, es la parte del día que más odia, tira sobre la cama aún sin hacer, varias prendas de ropa, un vaquero roto, un negro vestido ajustado, el sueter que le regaló su exnovio… después de más de treinta minutos, por fín se decide por una falda larga hasta los tobillos y una amplia camisa de seda color salmón. Entra al “baño con tocador” el tiempo justo y necesario para coger sus maquillajes y el pequeño espejo de mano.
Se aplica espuma efecto mojado en su corto cabello y lo alborota con las llemas de los dedos, maquilla su cara con gran destreza frente al pequeño espejo que apenas refleja sus carnosos labios, coge el tabaco, el mechero y las llaves y elige un bolso donde meterlo. Lista para salir de compras, hoy es su día libre y dará un largo paseo ojeando los escaparates que encuentre en su camino, sin prisa, con pausa, tiene todo el día para disfrutar.
Hace meses que la empresa de contratación prescinde de ella, ahora se toma todos los días como libres, de esa manera se hace menos frustrante la situación. Le gusta trabajar aunque no lo necesite, su papá no falla en su ingreso a primeros de mes aparte gastos de alquiler y algún extra que pueda surgir.
Al llegar a casa, se da cuenta que no compró nada a pesar de ir de compras, cada día pasa igual, solo regresa con una bolsa de papel con algo de fruta y poco alimento más.
¿Ya llegaste? ¿Eres tú Rosa? La voz proviene del baño con tocador.
Con expresión de cansancio y desesperación, Rosa resopla y deja la bolsa de papel en la encimera de la cocina americana, se descalza, se desnuda y se abriga con una simple camiseta sin mangas dejando entrever una hilera de costillas que su piel no puede esconder. Enciende un cigarrillo y aspira con fuerza una calada, retiene el humo en sus pulmones unos segundos y lo expulsa con un soplo de alivio, suavemente sigue fumando, sin hacer ruido, solo el sonido de su respiración al fumar, altera el silencio del apartamento.
¿Rosaaaa? Me estás asustando Rosa, ¿Por qué no contestas? ¡Rosaa!
¿¡¡Qué quieres de mí, puto espejo!!? ¿¡¡¡QUÉ QUIERES DE MÍ!!!?
Tan solo quiero verte Rosa, por el amor de Dios, sabes que me preocupo de ti, solo quiero verte, solo asómate un poco, solo déjame verte un poco, quiero saber como estás hoy.
Rosa se lo piensa cabizbaja, una lágrima brota de sus ojos mientras los cierra fuertemente, cierra sus puños con fuerza, remarcando sus nudillos en tono blanco, recoge el cigarrillo del cenicero y vuelve a tomar otra calada larga y lenta, sabe que tarde o temprano debe enfrentarse a él, se seca las lágrimas y se dirige al baño con tocador donde la espera el enorme espejo, abre la puerta lentamente y observa el interior, un leve temblor inunda sus piernas delgadas como palillos, en su cara se adivina el pánico, sus ojos perdidos en sus grandes cuencas reflejan terror. Por fin, inicia el camino al espejo, ya frente a él, abre los ojos y ve su reflejo en la lejanía.
Acércate más Rosa, quiero verte bien, no tengas miedo, solo quiero ayudarte.
Rosa da unos pasos al frente y mira fijamente su imagen reflejada en el espejo, abre como platos sus húmedos ojos y rompe a llorar como una chiquilla.
¿¡Dónde has estado Rosa!? Seguramente picoteando todo lo que te ha venido en gana ¿Te has visto? Estás horrible, por eso no te llaman del trabajo, ¡Estás gorda y fea! y no haces nada por remediarlo.
Rosa baja la cabeza y se tapa los oídos con las manos, aún así sigue escuchando todos y cada unos de los reproches e insultos que salen del espejo.
¡Calla ya de una vez, intento y hago lo que puedo, no necesito que me lo recuerdes continuamente! No sé cómo hacerlo mejor ¿Cómo crees que me siento? ¿Piensas que me gusta estar así? Me odio ¿Entiendes? Me odio, me odio, ¡ME ODIO! y ¡TE ODIO!
En tan solo un giro de media vuelta se encontró frente al retrete, cayó de rodillas ante él y echó lo poco que llevaba en el cuerpo, intentó sacar todo pero no quedaba más, solo pequeños hilos de bilis de rancio sabor.
Presionó el botón de la cisterna y salió del baño sin perder un segundo.
El esfuerzo realizado en el baño, dejó a Rosa exhausta, tenía que descansar, entre lágrimas, encendió un cigarrillo y se sentó en el sillón del salón.
Tengo que deshacerme de él. Pensó mientras miraba al suelo con los ojos vacíos.
La despertó el reflejo del sol a través de la ventana de salón, agotada del trajín de la mañana, se quedó dormida en el sofá del salón. Echó un vistazo al reloj de la cocina y se dio cuenta de que había perdido casi toda la tarde, tenía planes y no podían demorarse demasiado.
¿Qué tal te encuentras hoy Rosa? Preguntó Carlos casi adivinando la respuesta.
He tenido días mejores, la verdad es que no sé si venir a verte me está ayudando en algo, hay días que parece que todo se va arreglando, que encuentro mejoría pero hoy por ejemplo, ha sido un día duro, no he comido en todo el día, lo poco que desayuné lo eché por la taza de váter, ese maldito espejo no para de malmeter, solo hace que recordarme que estoy gorda y eso no me ayuda en nada.
Rosa, hace tiempo que te recomendé un ingreso, tienes que reconocer que tienes un problema y la mejor manera de solucionarlo es hacer un ingreso, no puedes seguir perdiendo peso, debes comer y cuidarte, lo que ves en el espejo no es real, es fruto de tu cabeza.
Carlos Méndez es el psiquiatra al que Rosa lleva acudiendo desde que rompió con su novio, en un principio acudía a las sesiones para superar la ruptura sentimental, fué casi el mismo día en que Carlos se dio cuenta que Rosa padecía un gran problema, lleva meses intentando que Rosa empiece a quererse, que vuelva a la realidad.
Tengo un plan Carlos, tengo un plan infalible. Mi gran problema es el espejo, ese cabrón que no para de joderme la vida, al igual que lo hacía Raúl, haré lo mismo que hice con él, lo quitaré de mi vida y asunto resuelto.
Por intentarlo no creo que pase nada, pero creo que tu problema va más allá de un simple espejo.
Salió de la consulta de Carlos sin respuestas a sus preguntas, aún así, lo tenía decidido y ya tenía el plan.
Camino a casa se detuvo en una ferretería, compró un martillo y una bolsa de basura lo suficientemente fuerte para no rajarse con facilidad.
Siguió su camino a casa sin mirar atrás, convencida como un asesino en série en busca de su próxima víctima, en su cabeza rondaba como una espiral todos y cada uno de los pasos que debía dar para ejecutar su malvado plan.
Subió peldaño a peldaño la escalera hasta el primer piso con sumo cuidado de no hacer ruido, como si presintiera que su víctima pudiera escucharla y ponerse a la defensiva, lo mejor era cogerle de sorpresa, sin tiempo a cualquier reacción que hiciera fracasar su plan. Buscó las llaves en su bolso, abrió con sigilo la puerta y se descalzó antes de entrar, se percató de que la puerta del baño estaba cerrada, eso la hizo soltar un suspiro de alivio, recogió los zapatos y entro en el apartamento echando la llave por dentro con el fin de que no pudiese huir.
Se sentó en el sillón a descansar mientras se encendía un pitillo, cerró los ojos mientras disfrutaba del lento veneno.
Después de esto, seré libre, después de esto nadie más me molestará
Apagó el cigarrillo en el sucio cenicero y entro en la cocina, buscó unos guantes bajo el fregadero, no eran los más indicados para la ocasión pero no quería perder tiempo buscando otros más adecuados, en menos de cinco minutos terminaría todo.
Se dirigió a la puerta del baño y acercó el oído esperando escuchar algo, nada, todo estaba en silencio, todo marchaba según lo previsto.
Abrió una pequeña ranura la puerta del baño y cogió con fuerza el martillo con las dos manos, dió una fuerte patada a la puerta y se abalanzó sobre el espejo propinado un golpe seco que le hizo saltar en pedazos.
Varios pedazos de vidrio provocaron cortes en sus brazos y cara, el baño se llenó de pedacitos de cristal, miles de pedacitos, grandes y pequeños pedacitos de su maltratador.
¡¡Ahora sí, cabrón!! ¡Te tengo, estás acabado!
¿Qué coño haces puta gorda?
¡Muere cabrón!
Rosa quedó de rodillas en el suelo del baño rodeada de pedazos de cristal, llorando, agotada. aliviada, libre.
A los tres días, la policía encontró el cadáver de Rosa en el suelo del baño de su casa, arrodillada entre cristales y un gran charco de sangre, su sangre.
Al menos murió libre.
amc
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