BRENDO WHALLS
-Noviembre del 2003- En algún lugar del mundo-
Las calles, a medianoche, estaban totalmente a oscuras y vacías. No había luz de ningún tipo a excepción de los restos de una hoguera estratégicamente situada en la que parecía ser la plaza central del pueblo y había sido testigo de algún tipo de reunión vecinal o festejo.
Calles amplias y limpias con grandes aceras y gran arbolado. Las casas, todas ellas bajas, de una altura, visten de un color blanco puro encalado con tejados rojos añejos y chimeneas de piedra humeantes. Casitas bajas y de aspecto acogedor. Casas como las de antes. El olor intenso de azahar me recordaba a las noches de Granada.
Hacía frío.
Hacía mucho frío o esa, al menos, era mi sensación.
-Quizá se haya ido la luz en toda la zona- pensé para mis adentros. Luego, centrando más mi interés, me di cuenta que en las calles no había farolas, no había ningún tipo de alumbrado en todo mi entorno. Miré alrededor esperando encontrar un lugareño o algún signo de vida pero no encontré nada, como tampoco encontré un sitio donde pasar la noche. Continué andando por aquel extraño sitio y llegué a un parque infantil. -Vaya, al parecer niños si hay, o había…- Era un parque grande, había columpios y toboganes de colores, lucía precioso todo él ajardinado escrupulosamente cuidado. Descolgué de mi espalda la pesada mochila y saqué de ella el saco de dormir. “Este parece un buen sitio para pensar y pasar la noche” Elegí un banco de madera resguardado por arbustos geométricamente podados y cercano a una fuente de piedra donde llené mi cantimplora. A la luz de la luna, el agua se veía cristalina y pura, bebí un sorbo de su inagotable caño y me sorprendí del buen sabor que tenía a, ¿¡nada!?. Ni sabor ni color ni olor, se me hizo extraño acostumbrado al agua corriente de la ciudad, con su clásico sabor a cloro y no sé qué otros desinfectantes que utilizan en las depuradoras. Fué cuando certifiqué que el agua pura no tiene sabor ni olor ni color.
Volví sobre mis pasos y me senté en aquel banco de madera. Coloqué la mochila en un extremo a modo de almohada y me tumbé al calor del saco. Solo se escuchaba el viento y algún que otro grillo, una suave brisa que hacía mover las copas de los árboles más altos y provocaban una melodía que incitaba al sueño.
El cielo estaba despejado y cubierto de estrellas, millones de estrellas que me miraban y se compadecían de mi. La luna se unió al cotilleo de las estrellas. No lo sabían pero, desde allí podía escuchar su conversación como si estuvieran sentadas a mi vera.
“Mírale, seguro que es un delincuente de esos que va robando a los ancianos” Dijo la más descarada. “¿Por qué lo dices? No parece de esa clase de tipos, mira, está aseado y no va mal vestido” Replicó una segunda que, a mi parecer estaba más cerca de mi “Dejadle tranquilo” dijo la luna. “No sabemos nada de él, no debéis juzgar sin conocer, simplemente observar y por su comportamiento sabréis como es. De momento tan solo duerme”
Las estrellas guardaron silencio a la sentencia de la luna que, como siempre, era respetada por su sabiduría.
.-Vaya, la luna parece estar de mi lado, al menos me da la oportunidad de demostrar que no soy mala persona-
Quedé dormido bajo la exhaustiva mirada del cielo y las aves nocturnas.
“¡No temas muchacho!” Miré a mi alrededor sobresaltado y no vi a nadie, por más que busqué a quien me habló no lo encontré, estaba solo tal y como llegué. La noche seguía fría y silenciosa.
.-¿Hay alguien ahí? - Pregunté tímidamente a la nada y nada me contestó .-No tengo miedo- dije autoconvencido de que alguien me escuchaba y tampoco hubo respuesta. Recosté mi cabeza en la mochila y miré al cielo, esperando a que aquella voz misteriosa volviera. Me era difícil volver a conciliar el sueño, me sentía observado y no solo por las estrellas y la luna.
Tras pensar en aquella voz, en lo que dijo, me quedé más tranquilo, me sentía observado pero tranquilo de ser observado “No temas muchacho” me dijo, pensándolo bien, interpreté que me protegía, que durmiera tranquilo. Él se encargaría de todo “No temas muchacho” Podría haber sido la voz de mi abuelo a los pies de mi cama cuando era pequeño, o la de mi padre mi primer día de colegio. Aún así tardé en desconectar y adentrarme en mis sueños más profundos.
“Sal de aquí joven. Sal de aquí antes de que sea demasiado tarde”
“¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo has llegado?” Apareció de la nada, como un fantasma. Aquel anciano estaba sentado a mi lado en el banco de madera junto a mis pies. Por sus arrugas debía de tener 100 años si no más. Un manojo de pelo blanco salía de su sombrero por la nuca, un grasiento cabello que llevaría otros 100 años sin lavar si no más.
“Vengo a protegerte joven, y este no es un lugar seguro para ti” Dijo el anciano con una voz rota de haber abusado del tabaco y el alcohol.
-Eres el que me hablo anoche ¿verdad? Reconozco esa voz, ¿Cual es tu nombre? ¿Eres de aquí? ¿Por qué me proteges? ¿De qué me conoces? -
“Para, para, para. Entiendo que no te fíes de mí. Soy un desconocido y tu mamá te habrá dicho que no hables con desconocidos. Mi nombre es Marte y soy tu guía espiritual. Estoy aquí para protegerte. Con esa información te es suficiente. Ahora, hazme caso y sal de este sitio”
La voz de “Marte” era tajante. Se podría decir que sabía lo que decía.
-Marte, debí suponerlo ¿Conoces este lugar?-
“Hablaremos después, ahora debes irte y ¡rápido!”
Miré mi reloj y daban las 4:30 de la madrugada, aún brillaban las estrellas y la luna, ellas fueron testigo de la presencia de “Marte” que cuando quise darme cuenta había desaparecido.
Recogí mi saco de dormir, llené la cantimplora en la inagotable fuente, coloqué en mi espalda la pesada mochila y proseguí mi viaje en busca del sentido de la vida.
-Febrero de 1998- Provincia de Cáceres-
Tras la muerte de su amada, Brendo quedó desorientado y sin compañía. Totalmente vacío y desamparado. Ahí fué cuando se
dió cuenta de todo lo enganchado que estaba a ella. La vida dejó de ser vida.
“Nunca más seré el mismo” Pensó semanas después de la tragedia.
“¿Has probado a morir?” Le dictó un pensamiento malvado, ese que hacía años desapareció, volvió a su cabeza.
“No me serviría de nada, mi tristeza es infinita y estará conmigo para los restos sea en vida o en muerte” Le contestó con la entereza de dejar zanjada la conversación. La conocía y sabía que no debía dejarse manipular.
“No hables de lo que no sabes” Continuó machacante aquella voz dulce como el azúcar “He oído que la muerte te libera de todas las preocupaciones y tristezas, es la manera más rápida de olvidar”
“Ese es el problema amiga” contestó Brendo “Que no quiero olvidar”
“No te entiendo entonces” Esa voz interna insistía en dar una solución rápida. “¡¿Por qué tanto lamento?! ¡¿A son de que tanto victimismo?! ¡Te estoy ofreciendo mi ayuda para acabar de una vez por todas con ese sufrimiento que no te lleva a ningún sitio! ¿Por qué no acabas de una vez por todas? Confía en mi Brendo” Aquella voz acariciaba su cuello y sus hombros. Aquella voz le acompañó durante años, durante los peores años de su vida. Sarah, como así se hacía llamar, estuvo en las duras y en las maduras, fue su única compañía durante mucho tiempo. ¿Por qué no hacer caso ahora? Sarah sabía hacer bien su trabajo y no desistiría nunca en su propósito.
“¿Y olvidarme de ella? ¡Ni loco Sarah! Es precisamente el sufrimiento el que me ayuda a no olvidar, a tenerla junto a mi a pesar de la distancia infinita que nos separa. Es el dolor el que me hace seguir amándola como el primer día ya que el dolor es el recuerdo y el recuerdo es mi sanación. No lo entenderías ni aún siendo mortal” “Si morir es olvidar, quiero seguir viviendo hasta la eternidad”
Sarah guardó silencio por el momento, Brendo ganó la partida pero sabe que Sarah forma parte de su vida y estará siempre a su lado. Eso es algo que sí tenía muy claro y lo aceptaba.
Sarah fue siempre su primer amor y podría volver a recurrir a ella en el momento más inesperado.
-Junio de 1981- Madrid-
A la edad de los 14 años, Brendo probó por primera vez el hachís y el alcohol. A principios de la década de los 80 era extraño que un joven no consumiera algún tipo de droga. Estamos hablando del ¡BOOM! de la movida madrileña y todo lo que ello conlleva, hasta el propio Alcalde de Madrid incitó en más de una ocasión al consumo de cannabis a los jóvenes con su famosa frase "Rockeros, el que no esté colocado que se coloque...y al loro"... Brendo no sería una excepción.
Las faltas al colegio eran diarias, pasaba más tiempo con los “colegas” en los billares que en su casa o el colegio. Tabaco, alcohol, chicles de menta y cien duros de hachis. Era lo que necesitaba para ser feliz. Luciendo sus primeros vaqueros, las adidas a rayas y la chupa vaquera que heredó de su hermano mayor, provocaba alguna que otra pelea siempre respaldado por sus colegas.
El “puntito” del alcohol le convertía en un auténtico fanfarrón y no parecía temer a nadie. Claro está que en más de una ocasión le untaron los morros claro. Aún así, el consumo le hacía perder el miedo y volvía con sus provocaciones siempre que tenía oportunidad. Con 15 años se convirtió en el líder de una pequeña pandilla y salía con una chiquilla que sería capaz de tirarse a un pozo si él se lo ordenaba. Era el típico guaperas de andares chulescos que dejaba embobadas a las nenas. Con esta edad también experimentó las primeras relaciones sexuales y no solo con su chica.
Aquello no duró demasiado, con 16 ya estaba totalmente enganchado a la cocaína. Cuando llegó el momento, no dudó en robar para conseguir la droga que, ya entonces, era parte de su vida. Pequeños hurtos en supermercados de barrio, el poco dinero que había en casa desapareció junto con el equipo de música y la medalla de oro de la abuela. La chiquilla se apartó de él cuando se dió cuenta de que solo estaba con ella para sacarla dinero. Los colegas de la pandilla se fueron alejando. Unos encauzaron una vida con algo más de futuro en cursos de FP que en aquella época era la alternativa al instituto, otros se marcharon de Madrid y los que se quedaron estaban más enganchados a la droga que él si eso es posible. Brendo trabajaba los fines de semana como camarero en un bar que lo regentaba un amigo de la familia. Aquel trabajo solo era para los meses de verano que era cuando Javier, su jefe, necesitaba todo el personal disponible. No estaba mal pagado pero, el ritmo de trabajo era muy intenso. Desde primera hora de la mañana con los desayunos hasta altas horas de la noche con las cenas, no había tregua. A pesar de, como digo, no estar mal pagado, todo lo que ganaba en el fin de semana, Brendo se lo gastaba entre semana.
“No entiendo que haces con el dinero” Le decía su madre.
Aunque en casa ya sospechaban algo, no fue hasta el día en que Javier le puso de patitas en la calle al haberle pillado cogiendo dinero de la caja, una práctica habitual en Brendo que terminó, tal vez, de la mejor manera. Así fue como empezaron el largo camino de buscar solución al problema sin saber muy bien por dónde empezar.
-Febrero de 1984- Zaragoza-
Brendo cumplió los 17 en Proyecto Hombre donde estuvo dos meses perdiendo el tiempo, ya que no tenía interés alguno en dejar de consumir. Fue una decisión familiar que se tomó cuando la situación ya parecía irreversible. Brendo aceptó la propuesta pensando que la otra opción era la calle y al menos allí tendría una cama y comida.
Lo que no tuvo en cuenta es que en P.H, no podría consumir. O tal vez sí lo tuvo en cuenta pero no se imaginó que lo echaría tanto de menos. Dicen que la primera semana es la peor y es cierto, pero el resto no es plato de buen gusto. Brendo no congeniaba con sus compañeros, ellos si tenían problemas de verdad. Él no era tan adicto como ellos y no debería de estar allí.
“Mira tu familia cómo te la ha liado, te han quitado del medio de un plumazo, deberías salir de aquí y volver a casa, no es justo lo que han hecho contigo” Le recordaba Sarah cada día, sobre todo por las mañanas cuando apretaba el mono.
Finalmente no pudo soportar más y se escapó del centro y estuvo durante varios meses deambulando por las calles de Zaragoza.
Volvió a casa donde no fue bien recibido y se echó a las calles de Madrid. Se sacaba algún dinero prostituyéndose y robando cuando podía. No estaba en su mejor momento físico aunque aún conservaba ese atractivo para las chiscas. Esa cualidad le permitió conocer a una muchacha.
-Julio de 1990- Madrid -
Kylie era una chica realmente guapa. Los comienzos de noviazgo fueron realmente un sueño donde ambos aportaban pasión y ternura. Una relación sin fisuras. Kylie era hija única de un matrimonio que llegaron de Venezuela buscando el sueño Español y se encontraron con un sueño Español bastante diferente al sueño Americano, donde todo lo que les contaron de aquí, se desvaneció en segundos. Vivían en un pequeño piso de alquiler y era la madre de Kylie la que sustentaba a la familia. El hombre de la casa solo hacía trabajos esporádicos y el resto del tiempo lo pasaba en el bar.
Brendo conoció a Kylie una noche en un bar. Su padre pensó que con 17 años ya debía contribuir a la economía familiar y debía aportar dinero para el alquiler y alimento. Él, mientras tanto, las pasaba en el bar alcoholizándose con la excusa de su mala vida. En definitiva, era el chulo de la familia con su esposa y su hija trabajando en la calle para él. Brendo juró que aquello se acabaría, que la sacaría de las calles y tendría una vida digna.
“¿Cómo piensas sacarme de las calles? Estás loco, primero tendrás que salir tú de las drogas, no llegaremos a ningún sitio en tu estado”
“Lo haré si me ayudas Kylie, lo juro, entre los dos podremos salir de esto”
“Tienes 19 años Brendo, eres muy joven para morir, y si no lo dejas eso será lo que pase”
En ese momento hablaba más la inconsciencia de la droga que el verdadero Brendo. Pero hubo un antes y un después de aquel día.
Las largas noches muertas cubierto por la luz de las sombras de edificios fríos, fríos de sentimientos
Encuentra un sendero por el cual jamás caminó. Quizá sea la salida. Quizá sea el momento.
Jamás se sintió tan perdido viendo tan claro el camino. Jamás se sintió tan muerto. Muerto en vida, vida en ruina. Ciego mudo y sordo, atrapado en su mundo.
Quizá sea el camino, camino a la vida real, camino a la cordura, camino largo, muy largo a la cordura, sin abandonar, parte de su locura.
-Mayo de 1995- Provincia de Cáceres -
Por fín viernes tarde. Para Kylie era el día de la semana favorito. Después de toda una semana de duro trabajo, llegar a casa y despojarse de su ropa laboral y darse un baño de espuma y sales relajantes mientras espera a que Brendo regrese de sus tareas, era algo sumamente placentero.
Brendo encontró un puesto de trabajo en una finca en un pueblecito cercano a Cáceres como guardés. El sueldo no era muy alto pero incluía vivienda con todos los gastos básicos pagados (luz y agua) Lo peor del trabajo es que no tenía días libres ya que la vivienda era la misma casa del guardes con lo que podían interrumpir su descanso a cualquier hora, día y noche del año.
Kylie, por otro lado, encontró trabajo en el pueblo como oficinista en la fábrica de embutidos. Fue un cambio radical para la pareja. Alejados de Madrid y por ende, de sus familias, emprendieron una nueva vida ya con vistas a un futuro lleno de esperanzas.
Los primeros meses fueron horribles para Brendo. Antes de instalarse en la casa del guardes, pasaron unas semanas en un piso de alquiler donde Brendo se encerró a cal y canto para pasar el mono. Kylie trabajaba y lo dejaba encerrado mientras estaba fuera dejando fuera de su alcance cualquier material que le pudiese tentar a cometer una locura.
Fueron días de lloros, gritos, vómitos y dolores interminables que terminaban en temblores intercalados con sudor hasta que el agotamiento, puede a la desesperación y el sueño se vuelve profundo.
Después de diez días, Brendo es capaz de comer algo sólido y con hambre. Su cuerpo se va estabilizando y ya solo en momentos puntuales tiene que echar mano a la medicación para relajar sus músculos. Ya se veía preparado para incorporarse a su puesto de trabajo en la casa del guardes pero, decidieron esperar una semana más, Kylie sabía que era peligroso, aunque la finca está lejos del pueblo, bajo la influencia del síndrome de abstinencia, un adicto puede hacer lo imposible para conseguir lo que se proponga y Brendo aún no estaba preparado (ni lo estará) para dominar su adicción.
Encerrado en aquella habitación, recordó muchos momentos de su paso por Proyecto Hombre en Zaragoza. Sobre todo, volvieron aquellos pensamientos y volvió, por supuesto Sarah, invitándolo a enloquecer cada minuto. “¿Has probado por la ventana Brendo?, no hay tanta altura, seguro que si te agarras bien a ese canalón puedes bajar, estoy segura”
-Estás loca tía, definitivamente estás loca de atar, es un cuarto piso ¿Lo dices en serio? Aún así no tengo dinero, no conseguiría nada aún logrando llegar ahí abajo y en este puto pueblo no conozco a nadie-
“Vamos Brendo, ya sabes como funciona esto, primero actúa y luego piensa, ya veremos después cómo conseguimos material sin dinero, ahora lo primero es salir de aquí”
En más de una ocasión, Brendo se vió con una pierna por fuera de la ventana. El error, o no, de mirar hacia abajo era lo que hacía dar marcha atrás. Sus piernas temblaban y sus fuerzas flaqueaban al ver la distancia entre la ventana y el suelo. -No puedo Sarah, lo siento pero no puedo, ese canalón es muy fino y se mueve mucho, no aguantaría mi peso-
“Eres un blando Brendo, mejor dicho, Kylie te ha hecho un blando, estoy segura de que en tus tiempos ya estarías en la calle sin pensar si el canalón es fino o gordo. Eres un puñetero mierda” Sarah lo provocaba esperando una reacción en Brendo que le hiciera salir al vacío pese a que las probabilidades de terminar bien fueran escasas. Ese viejo canalón no aguantaría ni la mitad del peso de Brendo.
-¡Ya estoy en casa cariño!- Vociferó Brendo como de costumbre cuando regresaba de sus quehaceres.
“¡Estoy dándome un baño mi amor!” Era la respuesta de Kylie cada viernes. Y como cada viernes, Brendo se despojó de su ropa y terminó junto Kylie en la bañera bajo una manta de burbujas de colores y envueltos en aromas sensuales. Como cada viernes, acababan haciendo el amor bajo la luz de las velas en aquel cuarto de baño.
Después de cenar, se relajaban viendo la televisión y charlando si el contenido de la caja tonta no les interesaba. “¿Cómo tienes el fin de semana? ¿Tienes alguna tarea pendiente?” Dijo Kylie
-No, en principio no, y los señores salen y no volverán hasta el martes. Se van mañana temprano, creo que me dijo que se marchaban a París a un evento de no se que coño-
“Vaya, veo que te interesa mucho el itinerario de los señores jajajajajaja”
-No, no me interesa lo más mínimo, solo me interesa cuando se van y cuando vuelven, el resto es problema suyo- Brendo era un buen trabajador, no se le podía reprochar nada, los señores estaban contentos con él ya que hacía más allá de sus funciones y era una persona responsable en la que confiaban.
Así transcurrían los días, las semanas y los años en las vidas de Brendo y Kylie. El dinero que ahorraban en alquiler lo guardaban para un futuro. Seguían soñando con una vida tranquila y de paz absoluta a pesar de que ya la tenían. A pesar de todo, soñaban con algo mejor, es de esperar ya que son mortales y los mortales siempre aspiramos a más aunque no nos falte nada. Es la insatisfacción la que diferencia al ser humano de cualquier otro animal. Los sueños son inagotables y la envidia forma parte de nuestros atributos.
Brendo y Kylie tenían los mismo gustos, soñaban con una cabaña en el monte donde no rendir cuentas con nadie, vivir de lo sembrado y pasar los largos inviernos al calor de una chimenea de piedra.
-Se necesita mucho dinero para eso Ky-
“Si, lo sé y estamos ahorrando a buen ritmo, en unos años tendremos para comprar un terrenito, en los montes de León no creo que sean caros”
-¿Cómo lo sabes? ¿Ya has estado mirando?-
“No lo puedo evitar Brendo, es mi sueño y quiero conseguirlo ¿acaso tu no Bren?”
-Si, claro que sí, pero aún nos lo podemos permitir-
“Tiempo al tiempo Bren, tiempo al tiempo”
-Febrero del 2000 - En algún lugar del Mundo-
Dos años hacía ya de la muerte de Kylie. Casi dos años desde que Brendo comenzó su andadura a ningún sitio. Casi dos años que salió de Cáceres sin orden ni concierto. La voz que le habló aquella noche no le dió demasiadas pistas de hacia dónde debía ir ni a qué. Solo sabía que debía hacerle caso y partir.
Durante esos casi dos años, Brendo pasó por situaciones por las que nunca antes había pasado, no al menos estando totalmente sobrio y cuerdo. Quizá el destino fuese ese, conocer el miedo, la amistad, la ira… Todas esas emociones que solo conoció cuando no era capaz de apreciarlas, cuando su mente estaba tan intoxicada que no era capaz de distinguir una de otra. Pero su andadura no había terminado, de eso estaba seguro, la voz que le habló fue lo único que le dejó claro. “Cuando llegues a tu destino lo sabrás, ten por seguro que lo sabrás”
Despertó aquella mañana rodeado de pinos y con un frío que cortaba la piel. Encendió un pequeño fuego e hizo café. Mientras se hacía, recogió la pequeña tienda y la aseguró a la mochila con gomas. Como cada mañana, Brendo hizo un repaso de lo sucedido el día anterior y hacerse expectativas para el día que tenía por delante. Según sus cálculos debía estar cerca Segovia pero, solo eran suposiciones. Su carácter introvertido no ayudaba mucho en su localización pero era algo que no le preocupaba demasiado. Le gusta la soledad y evita en todo lo posible entablar conversación alguna. Camina de día y descansa en la noche, se refugia de la lluvia y del frío y de la nieve estas semanas pasadas.
Las expectativas para hoy no son muy distintas a las de ayer. Encontrar alguna señal que le diga que va por el camino correcto.
-¿Qué tipo de señal sería?- Se preguntaba continuamente.
-Llevo dos años en busca de algo que tan siquiera sé si es algo material o espiritual- Muchas veces se le pasaba por la cabeza el abandonar, pero recuerda aquella voz que le invitó a lanzarse a la aventura y recupera las fuerzas y la confianza. La confianza en encontrar un sentido a la vida.
Eran las 7:30 y aunque aún el sol seguía en pijama, ya se podía ver el sendero. El paisaje, como ya le era costumbre, era impresionante. Una fila a ambos lados del camino de pinos abetos formados como legionarios, lo acompañaban en sus pensamientos.
-Si, parece que estoy en los montes segovianos. Al menos, poco dista el paisaje de ello- Estaba convencido aunque siempre le quedaba esa pequeña duda que él mismo provocaba para sentirse libre. Libre de andar sin saber dónde.
No pasó mucho tiempo andando cuando un lugareño interrumpió su trance mental.
“¿Vas muy lejos forastero?” Aquel era el hombre más viejo del mundo, al menos eso le pareció a Brendo. Ataviado con una chaqueta de lana y una gorra que le cubría el cráneo desnudo hasta las orejas y apoyado en un grueso bastón de madera vieja, parecía el mismo retrato de la muerte. Sus pómulos salientes y rojizos escondían unos negros y brillantes ojos cubiertos de cataratas. Su nariz era tan grande y ancha como sus orejas. La pregunta que se le vino a la cabeza a Brendo es ¿Cómo conseguía afeitarse entre tanta arruga?
-No lo sé, anciano. Voy donde me llevan mis pies y por más que les pregunto, no me contestan- Dijo Brendo al anciano sin parar de caminar.
“No son tus pies quienes te llevan, ellos son simplemente los que ejecutan la orden, es tu cabeza la que manda” Argumento el viejo
-Mi cabeza es la que decide si proseguir o quedarse por un tiempo, mi cabeza va de allá para acá sin destino ni objetivo puesto que no conoce más allá de mis pasos-
“Entonces, estaría bien que buscaras un sitio donde pasar unos días y aclarar tu cabeza, de lo contrario acabarás por perder los pies y la cabeza y tu alma quedará a la deriva”
-Lo pensaré abuelo, agradezco su consejo, le aseguro que lo pensaré- Brendo dejó de caminar cuando llegó a la altura del viejo y se presentó.
-Soy Brendo, Brendo Whalls- Brendo extendió su mano para sellar una posible amistad y el viejo la aceptó con un fuerte apretón. Le sorprendió la fuerza que aquel viejo conservaba en sus manos.
“Mi nombre no te dirá nada pero me llaman <el hombre de los mil nombres> pero puedes llamarme Marte”
-Claro, Marte… ¿Eres de por aquí?-
“Si, soy de aquí y soy de allá, todos somos de por aquí ¿No crees?”
-Si, eso es cierto, pero todos tenemos un origen, un punto de partida, un lugar al que añorar cuando estamos lejos. Yo nací en Madrid, soy gato por los cuatro costados aunque es verdad que he pasado más tiempo fuera que dentro de allí- Marte escuchaba casi distraído las palabras de Brendo, pero no sin atención.
“Hijo, el nacer en un lado o en otro no te hace dueño de las tierras. Uno es de donde pisa, de donde come, de donde habita, hoy aquí mañana, a saber”
-Entonces- Repuso Brendo -No sabrá dónde estamos en estos momento ¿verdad?-
“Si, si continúas norte adelante encontrarás un embalse, el embalse del Pirón lo llaman, aún te quedan unas noches para llegar. Vé allí, es un sitio hermoso donde encontrarás cosas interesantes”
-¿Segovia?-
“Si, provincia de Segovia”
Sin dudar un segundo, Brando puso rumbo Norte tal como le dijo Marte.
-Por fin una señal- Pensó para sus adentros
-Enero de 1990- Madrid -
-¿Puedo invitarte a una copa nena?-
La muchacha hizo caso omiso a Brendo haciéndose la distraída.
-Perdona- Insistió Brendo -Me he fijado y he visto que estás muy sola, es muy tarde y no es un buen sitio para una chica guapa como tú ¿Puedo invitarte a algo y luego te acompaño a tu casa?-
“Sé defenderme, no solo soy una chica guapa. Ahora metete en tus asuntos ¿quieres?”
-¡Hey! Disculpa, de acuerdo, solo me preocupaba por ti. Si cambias de opinión estaré al final de la barra. Estoy solo ¿sabes? Siempre bebo solo-
“¿No tienes amigos? Era de esperar, eres patético”
-¡Oye, no hace falta insultar! ya te pedí disculpas, no me extraña que estés sola-
Brendo, ofendido, se retiró a su esquina como un perro apaleado. Era la primera vez que una dama le rechazaba su oferta y no estaba acostumbrado a perder pero, esa noche su estrategia no funcionó con aquella chica.
“Voy Brendo” Dijo Alfredo que no paraba de atender la barra de aquel apestoso “Bareto”
-Oye tío- Dijo Brendo al individuo que tenía a su lado -¿Me guardas el sitio? Voy un momento al baño ¿chachi?-
Brendo echó el pestillo del baño y sacó medio gramo de cocaína de su bolsillo, sacó la tarjeta del banco que robó a su padre y trituró con maestría aquel polvo dejándolo tan fino como el talco. Hizo un “turulo” con billete de cinco mil pesetas y aspiró con fuerza aquel veneno.
-¡Sssnnnniffffffffff! ¡Joder, que mierda!-
Acto seguido, se refrescó la cara en el lavabo y salió del baño como si nada hubiese ocurrido.
La mirada de Brendo se cruzó con la de la chica que levantó su mano con la botella de cerveza a modo de brindis. Brendo esbozó una sonrisa, al menos la pudo invitar.
Cuando fue a sentarse, se encontró que otra persona ocupaba su taburete.
-¡Hey tío! ¡Ahí estaba yo! Levanta y humo, vamos-
“¿Qué pasa? ¿Es tuya?” Dijo el joven usurpador de sillas.
-¿No ves mi copa? ¿No respetas los sitios? Vamos lárgate-
“Vale, tranquilo tronco, tranquilo”
Aquel chico no quería problemas y menos por un asiento y se retiró. Esos comportamientos hacían que Brendo se creciera y creyera invencible. El chico duro de barrio aunque ya no fuese ni tan chico, ni tan duro.
-¡Cobrate Alfredo!- Sacó el mismo billete de 5000 pesetas y lo puso sobre la barra.
“¿No lo tienes más pequeño?” Dijo Alfredo “Son seis libras, mírate a ver anda, que me jodes la caja”
Brendo se vació los bolsillos y sacó algunas monedas.
-A ver, cien, doscientas… Pues vas a tener suerte tío, 6 justas y el peso que me quitas de los bolsillos-
“Ves como sí tenías… Gracias Bren”
-¡Alfredo! ¡¿La chica a la que invité?! ¡¿Se ha ido?!-
Aparte del ambiente del bar, el volúmen de la música era ensordecedor. La música cañera de los Deep Purple sonaba a todas horas. Alfredo es el fan número uno de los Purple y como es el dueño… Es lo que hay.
“¡¿Kylie? Si, se fué hace un rato!” Respondió Alfredo
-Kylie, ¡así que sabes su nombre, ¿es de por aquí? ¿Cómo es que la conoces?!- Brendo estaba muy confuso, nunca había visto a esa chica por el barrio y ahora resulta que Alfredo la conoce.
“¡Si, lleva unas semanas por aquí haciendo la calle!”
-¡¿Bromeas?! ¡¿Tan joven?! Esa chica no ha cumplido aún los 17, ¡no jodas tío!
No era la edad lo que le molestó a Brendo, lo que le molestó realmente era que se había quedado prendado de aquella chica, fue un flechazo, un amor a primera vista. El que se dedicase al negocio de la calle le decepcionó muchísimo.
-Enero de 1998- Provincia de Cáceres -
-¿Estás segura que no quieres que te acompañe? Puedo pedir el día-
La noche era fría y la cena caliente. Kylie había estado ojeando por internet casas baratas en venta y encontró una muy asequible pero necesitaba una reforma. Quedó con el propietario en ir a verla esta semana y mañana sería el mejor día para ir. Eran las fiestas patronales del pueblo y no tenía que trabajar. Brendo, por su trabajo de guardes no tenía festivos definidos.
-No te preocupes Bren, sabré cuidarme sola y estaré de vuelta por la tarde. Solo quiero ver el estado de la casa y algunos detalles como la comunicación con el pueblo, si hay cobertura, todo ese tipo de cosas que las mujeres miramos antes de tomar decisiones- Kylie era una mujer decidida y resolutiva. Podría encargarse perfectamente sin ayuda de nadie.
-No, no me preocupo Kyl, solo veo que el viaje es largo, no te vendría mal algo de compañía. Y el idioma, ¿cómo andas de portugues?- En realidad Brendo si estaba preocupado. Hacía ocho años que no se separaban el uno del otro y se llenaba de inseguridades.
-Vamos, no es un viaje tan largo, hay menos de 200 kilómetros, en menos de dos horas estaré allí y cuando te quieras dar cuenta estaré de vuelta- Kylie conocía a Brendo y sabía que si la acompañaba a ver la casa, la compraría en cuanto la viera.
-Está bien, está bien, como quieras- Desistió Brendo incapaz de convencer a su amada.